sábado, 31 de octubre de 2009

NOVELITAS ECUATORIANAS - Juan León Mera


Título: Novelitas ecuatorianas

Autor: Juan León Mera Martínez (Ambato, Tungurahua, 1832; Ambato, Tungurahua, 1894)

Año de publicación: 1909

Edición: Libresa, colección Antares, primera edición 1999

Páginas: 253, Estudio introductorio + Algunos juicios críticos + Cronología + Bibliografía recomendada + Temas para trabajo de los estudiantes + 5 novelitas



(Novelitas ecuatorianas) pretenden reflejar una época, muestran las costumbres del lugar fielmente trasladadas y pintan seres que podrían ser el Juan de la esquina o el Pedro de la vecindad... el primer brote espontáneo de relato nacional, porque ya intenso, ya maduro, ya de mayor trascendencia, devendría en "novela de costumbres", es decir novela del lugar, relato propio.


Rodrigo Pachano Lalama


Novelistas y narradores

Hoy hablaré de un libro de relatos escrito por Juan León Mera, conocido por ser autor de, entre otras cosas, la letra del himno nacional de la República del Ecuador.

Esta obra, “Novelitas ecuatorianas”, está compuesta de seis historias. Dado que son sólo seis lo que voy a hacer es dedicar un pequeño comentario a cada una de ellas.


Entre dos tías y un tío
Sin duda este es el mejor relato de la colección. Trata de una huérfana que está al cuidado de su ruin tía. Bueno, ella y su herencia, que es hija de un héroe de la independencia. Ella está enamorada de un campesino joven y trabajador, pero pobre, por lo que su tía se opone al casamiento.
No sé hasta qué punto se puede considerar a Juan León Mera como un autor romántico (o tardo romántico, en cualquier caso), aunque es evidente que toda la obra, no sólo este relato, están muy influenciada por esta corriente. En este cuento no falta nada: el amor infortunado, los paisajes agrestes y tormentosos, la tragedia… En el momento de la lectura de este cuento me encontré leyendo a Bécquer, y eso en ningún caso puede ser criticable.


Porque soy cristiano
Con un título semejante me esperaba el típico cuento proselitista pero, afortunadamente, no es así. En esta historia nos encontramos en la época de las guerras civiles posteriores a la independencia. Un soldado enfermo es obligado a alistarse en una leva forzosa y queda al mando de un capitán chusquero que le amenaza, le agrede y le acaba mutilando. Pasa el tiempo y el ex soldado tiene la oportunidad de vengarse del capitán.
Este relato tiene moraleja, al igual que la mayoría de los que le acompañan, pero no afea mucho el resultado.


Un matrimonio inconveniente
Esta es la novela más larga y también la más difícil de leer. Y no porque sea pesada, que el autor sabe lo que hace. Es porque el tema ha quedado muy anticuado. Un hombre viudo y buen católico tiene una hija en edad casadera, la cual es pretendida por un joven galante, bien parecido y bien situado, de trato agradable y honrado a carta cabal. Sin embargo el padre no está conforme con el matrimonio por la gran lacra que tiene su futuro yerno: el susodicho es ateo. Finalmente el matrimonio se produce y la felicidad inicial se trunca con los primeros apuros económicos, ya que el yerno se derrumba al no tener un firme sustento moral donde agarrarse.
Hay que ponerse en situación para evaluar esta historia. Nos encontramos a finales del siglo XIX, donde la moral era un tema más considerado que ahora, y en América, donde incluso hoy en día la moral cristiana tiene mucho más arraigo que en el viejo continente. Pero no nos engañemos, las tesis que defiende el autor en este relato ya eran antiguallas en el momento de su publicación. Pero insisto, formalmente es impecable y ni siquiera cuando el carca del padre se enrolla en sus disquisiciones moralistas se convierte en un relato pesado.


Historieta
Las tres últimas novelitas son muy breves. En esta, a través de las palabras de un viejo indio que llevaba una existencia cómoda y que ahora malvive como siervo, nos encontramos con la tragedia de los pueblos de la serranía, ahogados por diezmos, priostazgos y la corrupción de funcionarios y curas.
Este relato adelanta lo que luego sería conocido como realismo social o indigenista, que tan maravillosamente trabajó Jorge Icaza en la inmortal “Huasipungo”.


Un recuerdo y unos versos
De este hay muy poco que decir. El propio autor (se supone que es el propio autor) nos recuerda un suceso que ocurrió hace algún tiempo, cuando ayudó a una joven enamorada a escribir un poema para su esquivo amante.
Un tanto intrascendente pero se resuelve en pocas páginas.


Una mañana en los Andes
Una comitiva, entre la que se encuentra el narrador, asciende a una elevación de los Andes accidentales para contemplar la salida del sol.
Todo el cuento es un cuadro en el Juan León Mera hace gala de sus excepcionales dotes a la hora de describir. No hay sombra de trama pero no lo necesita. Es una gozada mirar a través de los ojos del autor la magnificencia del paisaje ecuatoriano.


Estas son las novelitas presentadas en este libro. Todas ellas comparten algunos trazos comunes, como el hecho de estar situadas en los alrededores de la ciudad de Ambato, el afán de retratar las costumbres de un tiempo y un lugar, el valor ejemplarizante que suele concluir en una moraleja y su toque fatalista más propio de los autores románticos (el autor hablaba de estos relatos como de cuadros costumbristas y no me parece una definición descabellada, pero sigo pensando que estos cuentos tiene más que ver con el Romanticismo que con el Realismo).
Juan León Mera es un autor con mucho oficio a pesar de las pocas obras que nos legó. Escribe con mucha agilidad y eso hace que su obra se puede leer sin ningún problema, a pesar de lo mal que han envejecido algunos de los temas que trata. Quizás si la selección de cuentos fuera más amplia habría podido ser incluso odiosa, pero por suerte es una experiencia breve y grata.


Puntuación: 77/100
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sábado, 24 de octubre de 2009

ARGONAUTAS DE LA SELVA - Leopoldo Benítes Vinueza


Título: Argonautas de la selva

Autor: Leopolodo Benítes Vinueza (Guayaquil, Guayas, 1905; Guayaquil, Guayas, 1995)

Año de publicación: 1945

Edición: Clásicos Ariel

Páginas: 342, estudio preliminar + a manera de prólogo + 33 capítulos + cronología + obras consultadas + documentos sobre los que se basa esta obra

No tiene texto en contraportada

Este libro (este par de libros que en realidad conforman uno sólo) nos narra las aventuras de Francisco de Orellana, quizás el más desventurado de los conquistadores (con permiso de Núñez de Balboa). Y no nos narra sus hechos más afortunados, como la fundación de Santiago de Guayaquil y Portoviejo, si no aquel por el que aún se le recuerda pero que causó su perdición, el descubrimiento del río Amazonas.

Comienza con su salida desde la mentada Guayaquil para unirse a la expedición de Gonzalo Pizarro en busca de las tierras del Cacique Dorado y el País de la Canela y acaba con el regreso de Orellana para conquistar los territorios ribereños del gran río en nombre del rey de España. Acompañaremos al extremeño en su descenso por los ríos Coca, Napo, Aguarico y el mismo Amazonas, luchando contra el hambre, los mosquitos y las tribus hostiles. Navegaremos a través de la desembocadura de vuelta a la civilización, costeando el litoral atlántico de Sudamérica. Seremos testigo de su desesperación en España, ahogado por la burocracia cortesana de Carlos I, las intrigas de los envidiosos y la presión de los acreedores. Seremos testigos también de la transformación del héroe, de su pérdida de fe y de cómo se lanza al océano sin provisiones suficientes y sin el permiso real, llegando incluso a saquear un navío con su misma bandera para poder cruzar hasta América. También presenciaremos su desastroso final, perdido entre los meandros del río que debía ser suyo.
Este era un libro predestinado a ser leído por mí. No puedo evitarlo, me fascinan las vidas de los conquistadores españole, a pesar de que soy el primero en reconocer que son un hatajo de bandoleros crueles, salvajes, hipócritas, mentirosos, tramposos e incultos y que, con la ayuda de la fuerza, destruyeron imperios prósperos y sumergieron en las tinieblas de la esclavitud (y de la Contrarreforma, que también fue muy oscura) pueblos que antes habían sido libres. Todo esto es cierto, pero como aparece mencionado en el prólogo, las mejores novelas de caballería son las de la historia de la conquista de América. Lo tienen todo y son apasionantes.
He de confesar que tengo una manía al leer muy contraproducente, y es que me suelo leer los libros completos, de cabo a rabo. Esto quiere decir que, aunque no debería hacerlo, me leo el prólogo antes de la novela en sí y en ocasiones, sobre todo cuando no lo ha escrito el propio autor sino algún estudioso de la obra o enchufado de la editorial, está plagado de spoilers.
Este es el caso. El libro comienza con un estudio preliminar a cargo de Hernán Rodríguez Castelo donde ocurre eso. No es demasiado grave porque "Argonautas de la selva" trata sobre un personaje histórico de manera que igualmente la Wikipedia te puede reventar la historia. Pero, lo que más me sorprendió y que no había visto antes, es que en el prólogo ponen la obra a caldo. Cuando lo normal es elogiar las virtudes de la narración que se está presentando aquí el señor Rodríguez Castelo se encarga de descubrir todos sus errores. Que si abusa de las descripciones, que no recurre a más fuentes que a la de fray Gaspar de Carvajal, componente de la expedición, que si es demasiado indulgente con el protagonista, como si hubiera sido un ejemplo de virtudes... Vamos, que te pones en lo peor y se te quitan las ganas de seguir con la lectura.
Y luego la verdad es que no está tan mal. Es verdad que a Benites Vinueza le gusta mucho describir la selva, mucho, mucho, pero no son descripciones pesadas o agobiantes, tienen color y cualquiera que haya podido sobrevivir a Tolkien sobrevivirá a "Argonautas de la selva". Quizás las fuentes no sean variadas, al menos en la primera parte, pero este no es un libro de historia propiamente, así que ofrece el rigor que puedo exigir como lector. Sobre si el protagonista es plano... pues sí que lo es, qué le vamos a hacer. Pero no creo que se pueda sacar mucho más de la vida de Francisco de Orellana. Eligió mucho mejor Ramón J. Sender cuando escribió "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre".
Para mí eso fue precisamente lo peor de esta obra, el agravio comparativo con la novela de Sender (incluso con la película "Aguirre, la cólera de Dios", de Werner Herzog), la cual realmente nos presenta una aventura perfecta que además está protagonizada por un villano. Ésta si es una novela que releeré.
Estilísticamente el libro es muy clásico, cosa de esperar cuando el autor abandonó la novela y se decidió por un pseudo-libro de historia. El problema es que no consigue transmitir. El lector no se identifica con los personajes cuando están abandonados en la selva. Los ves morir de hambre pero nunca te ha dado la impresión de que lo hayan pasado tan mal (se llega a pensar que para ser soldados son bastante blanditos).
Otra cosa muy distinta es cuando, en el segundo volumen, Orellana intenta reunir una flota para conquistar sus nuevas tierras. Indigna las actitudes de un rey y un príncipe despreocupados por las colonias en Indias y que se dedican a gastar a manos llenas todas las riquezas que llegan de ultramar en las estériles guerras europeas.
Los reyes españoles, siempre ajenos a la realidad.



Puntuación: 61/100
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sábado, 17 de octubre de 2009

EL CAMINO DEL SOL - Jorge Carrera Andrade



Título: El camino del sol
1- El fabuloso Reino de Quito
2- La tierra siempre verde

Autor: Jorge Carrera Andrade (Quito, Pichincha, 1903; Quito, Pichincha, 1978)

Año de publicación:
1- 1959
2-1955

Edición: Casa de la cultura ecuatoriana Benjamín Carrión, Colección Luna Tierna

Páginas:
1- 175, presentación, introducción + 3 partes
2- 226, 3 partes

No tiene texto en contraportada

Hablaremos hoy de una obra que enlaza directamente con la que comentamos hace unos días, “Atahuallpa”, de Benjamín Carrión. El libro que hoy comentaremos (los libros, que está separado en dos partes; aún así nos referiremos a él en singular al haber una continuidad evidente entre ambas) trata sobre la historia de Ecuador. Al igual que en el anteriormente mencionado no se trata de un libro de historia académico. Nunca nos sentimos abrumados por la cantidad de fechas, lugares y personajes. Sólo aparecen los necesarios para que nos hagamos una idea del ambiente de la época. Todos estos datos se ven acompañados por un tratamiento literario, de tal forma que cada capítulo parece un cuento popular, como si nos lo estuviera contando alguno de sus protagonistas (eso sí, en rigurosísima tercera persona).

¿No lo había dicho? Estamos hablando de “El camino del sol”, de Jorge Carrera Andrade.
De este autor apenas conocía su reputación como poeta en Ecuador. En mi penúltimo viaje a quito compré un librito de poemas escogidos de Carrera Andrade. Teniendo en cuenta que la poesía no es lo mío y que apenas sé juzgar la calidad de un verso, he de decir que la lectura de los suyos me resultó conmovedora (sé perfectamente que esto es un tópico; si un poema me gusta es conmovedor; qué se le va a hacer, no entiendo de poesía). Hace unas semanas, cuando localicé en una librería contigua al parque de La Alameda los dos volúmenes de “El camino del sol” los compré precisamente por el tema al que se dedicaban, al ser yo un enamorado confeso de la Historia (en particular de la del país andino), sin reparar en el nombre del autor. Y suerte que fue así, pues si lo hubiera reconocido me lo habría pensado.
Voy a explicarme porque no quisiera que se me entendiera mal.
Respeto a los poetas y entiendo que a menudo quieran probar suerte con la prosa. Pero en la inmensa mayoría de las novelas que he podido leer de poetas reconocidos me he encontrado con que el autor no ha estado dispuesto a abandonar la lírica, pariendo unos pestiños considerables a medio camino entre ambos artes. Sería injusto con decir que ocurre lo mismo en el caso opuesto, esto es, grandes narradores que se estrellan cuando intentan plasmar su mundo interior a través de versos (la prueba de esto que estoy diciendo la tenemos en el inmenso Jorge Luís Borges, cuyos poemas resultan tan gélidos que se te pueden empañar las gafas al leerlos).
Pues bien, volviendo a la obra que nos ocupa, nos encontramos con que el señor Jorge Carrera Andrade ha sabido evitar casi siempre esos vicios de poeta que podrían haber empantanado una narración que resulta ágil siempre.
Y nos encontramos ante una de las características más llamativas de “El camino del sol”. ¿Cómo se puede hacer para que la narración de un libro de historia (porque no deja de ser un libro de historia) sea ágil? Pues revistiéndolo de todo aquello que conforma una nueva novela. Consigue que empalicemos, para bien o para mal, con los personajes (vuelvo a recordar que son personajes históricos, no literarios, lo que puede hacer más ardua esta tarea) y hace que formemos parte de los sucesos. Por ejemplo, hay un recurso en el que abunda el autor en el primer libro. Como no se conservan datos históricos fidedignos de los primeros pueblos que habitaban lo que hoy es la República del Ecuador, Carrera Andrade, en lugar de remitirse a la arqueología como harían otros autores más ortodoxos, dando datos de enterramientos, restos de cerámica o monumentos funerarios, lo que hace es contarnos las leyendas de las génesis de los pueblos antiguos como si fueran reales. Nos habla así del origen de los reyes Caras, de los viajes de Quitumbe y de la epopeya interoceánica de su hijo Guayanay. Estos capítulos contrastan con el rigor que se muestra en los capítulos posteriores, cuando narra la invasión del Reino de Quito por parte del incario.
Cabe destacar la división de los dos volúmenes que componen esta obra. Primero nos encontramos con el libro titulado “El fabuloso Reino de Quito”, donde nos narra la historia desde los orígenes, con la llegad del hombre a estas tierras, hasta el fin del Tahuantinsuyu. El segundo libro, “La tierra siempre verde”, abarca desde el establecimiento de la colonia hasta los momentos previos al primer grito de independencia, en 1809 (resulta curioso que este segundo libro se escribiera antes que el primero).
Sí se echa en falta un tercero que nos cuente los hechos de la emancipación y nos acerque a nuestras días (o más bien a sus días, que el autor falleció en 1978), pero sobre esa época ya se ha escrito mucho.


Puntuación: 88/100

Descarga directa  EL CAMINO DEL SOL I. EL FABULOSO REINO DE QUITO  Jorge Carrera Andrade
Descarga directa  EL CAMINO DEL SOL II. LA TIERRA SIEMPRE VERDE  Jorge Carrera Andrade


sábado, 10 de octubre de 2009

ATAHUALLPA - Benjamín Carrión

Título: Atahuallpa

Autor: Manuel Benjamín Carrión Mora (Loja, Loja, 1897; Quito, Pichincha, 1979)

Año de publicación: 1934

Edición: Casa de la cultura ecuatoriana Benjamín Carrión, Colección Luna Tierna, 10ª edición, 2002

Páginas: 244, presentación + 18 capítulos

No tiene texto en contraportada.

Ahora sí puedo afirmar, sin sombra de sarcasmo, que este ha sido uno de los mejores libros que ha caído en mis manos en lo que llevamos de año.

Es un homenaje de uno de los hombres más importantes de la cultura ecuatoriana del siglo XX (sinceramente desconozco la mayor parte de su obra, pero la Casa de la cultura de Quito tiene el nombre de Benjamín Carrión) a quien es seguramente el ecuatoriano más importante de todos los tiempos (con el reconocimiento debido a los padres de la patria, al doctor Eugenio Espejo, al presidente Eloy Alfaro y al propio padre del protagonista). Me refiero al inca Atahualpa.
En realidad, y eso es algo que me ha llamado mucho la atención de esta obra, no es la historia del último de los incas si no la del ocaso del Tahuantinsuyu y su posterior caída. Más o menos la mitad del libro está dedicada al padre de Atahualpa, el gran conquistador Huayna Cápac, y la otra mitad a las desventuras de los pequeños conquistadores, esa panda de españoles analfabetos, crueles y traicioneros.
Lo primero que nos tendríamos que plantear a la hora de hablar del “Atahuallpa” es cómo referirnos a esta obra. No podemos decir que sea una novela ya que no se dan las características propias que tiene una novela por definición. No hay diálogos, no hay una introspección en los personajes, no hay descripciones detalladas de los ambientes. No es pues una novela histórica (y menos mal; hay pocas combinaciones de palabras que me puedan producir un sopor mayor que el de estos términos). Tampoco podemos decir que sea sencillamente un libro de historia pues el autor utiliza técnicas propias de la narrativa que sumergen al lector dentro de las páginas del libro hasta el punto que no es si no cuando ya lo has acabado de leer que te das cuenta que no era una novela. Considero por ello que el tono utilizado por Benjamín Carrión es el adecuado para que, sin faltar al rigor histórico, sea una obra amena.
En las primeras páginas Carrión nos presenta, a manera de prólogo, el capítulo titulado “Tauntin-Suyu”, en el que, de forma ágil y global, nos sitúa en el tiempo y el lugar, exponiéndonos el funcionamiento interno del imperio inca. No sólo se refiere a su maquinaria militar, capaz de conquistar un territorio que abarcaba desde la actual Colombia hasta Argentina, si no también a su política económica (nos encontramos con que, sin pretenderlo, los incas desarrollaron el marxismo mucho antes que Marx y, más sorprendente aún, lo hicieron funcionar), la configuración de la sociedad, sus creencias y hasta las características de su arte. Ya digo, en sólo 27 páginas el autor consigo representar el Tahuantinsuyu mejor que muchos doctores en tochos inmensos.
Aparte de lo dicho anteriormente hay un par de cosas que me gustaría comentar en relación a un capítulo, “La antesala del imperialismo”. Este capítulo está dedicado a la guerra fraticida que dividió al imperio justo antes de la conquista, en la que se enfrentaron los hijos de Huayna Cápac, Atahualpa, con sus tropas quiteñas, y Huáscar, desde el Cuzco. Lo primero que me llama la atención es que en un libro dedicado a la figura de Atahualpa se dedique tan poco espacio para hablar de la guerra civil (no es la única vez que me he encontrado con esto; en un libro que pronto comentaré, “El camino del Sol”, de Jorge Carrera Andrade, ocurre lo mismo; sospecho que esto se debe a que los datos que tenemos de este acontecimiento son poco fiables). De esta forma vemos que hay muchos episodios de la vida del último emperador que no aparecen, como cuando es apresado por las tropas cuzqueñas y consigue escapar de su prisión, suceso que lo divinizó ante los suyos (dijo que se escabulló por un agujero de su celda convirtiéndose en serpiente).
Otro detalle que me ha sorprendido mucho en esta obra es el tratamiento que se le da a Huáscar. En todos los libros que he leído sobre el enfrentamiento entre los dos hermanos (y hablo de libros de historia académicos también) se le culpaba a él de la guerra que hizo tambalearse al imperio inca. Según estos autores el príncipe de Cuzco no estaba conforme con la partición que hizo del Tahuantinsuyu su padre, el gran inca Huayna Cápac, y, aconsejado por las familias nobles de la capital del sur que veían a Atahualpa como un bastardo advenedizo, envió sus tropas a conquistar las tierras del antiguo Reino de Quito. Según estas mismas fuentes Atahualpa quiso respetar las fronteras impuestas por su padre e incluso después de vencer en las primeras batallas se negó a traspasarlas, cosa que no hizo si no después de las repetidas provocaciones de su hermanastro. En otras palabras, que a Atahualpa no le quedó más remedio que marchar a la toma del Cuzco. En esta obra, sin embargo, Huáscar aparece como un rey de final de dinastía, débil, cortesano, amante de la paz, que desató la guerra inconscientemente al reconocer la fidelidad del cacique de los cáñaris, pueblo que en la repartición territorial pertenecía al Quito. Atahualpa, en cambio, se nos presenta como un rey conquistador, digno heredero de su padre, que aprovechó esa excusa para reunir de nuevo la esmeralda de los Caras (símbolo máximo del monarca de los quitos) con el llautu de los incas. Y lo consiguió. El resto es historia.
Una cosa que personalmente le agradezco a Carrión y que compensa por lo que le critiqué anteriormente es que dedica un capítulo entero en explicar el mito de Viracocha. Y lo explica mucho mejor de lo que lo puede explicar la Wikipedia.
En definitiva, un libro muy logrado en todos los aspectos que hará disfrutar a los que estén interesados en conocer esta porción de historia.

Puntuación: 90/100

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sábado, 3 de octubre de 2009

LEYENDAS Y TRADICIONES QUITEÑAS - Oswaldo Rivera Villavicencio

Título: Leyendas y tradiciones quiteñas

Autor: Oswaldo Rivera Villavicencio (1930)

Año de publicación: 2008

Edición: Sur editores, segunda edición, octubre 2005

Páginas: 120, nota del editor, introducción, 3 apartados y bibliografía

El desarrollo cultural encamina a reflexionar sobre hechos históricos de las civilizaciones, fruto de la evolución social y el desentrañamiento de aspectos que encierran circunstancias y vidas de nuestros antepasados, fortalecedores de la historia y la geografía, prehispánicas e hispánicas configurantes y específicas.

Oswaldo Rivera Villavicencio, autor de obras históricas, literarias, filosóficas y narrativas que pasan de una treintena, transmite su producción titulada "Leyendas y tradiciones quiteñas" e historietas que aclaran los orígenes y el desarrollo de nuestros pueblos configuradores de la realidad socio-cultural, en la cual se descubren hechos, leyendas, relatos, costumbres, tradiciones, con sus modos de ser, sus angustias, padecimientos, esperanzas y el contenido del "despertar de la conciencia de la propia identidad".

La historia de Quito, Patrimonio de la Humanidad, se manifiesta en la trayectoria material y espiritual, en el modo de crecimiento y adelanto de la cultura, en enriquecer y cuidar las aportaciones y potencialidades, relacionando principios anímicos, las facultades de interacción social y de participación para dimensionar la sabiduría popular, el arte, la civilización, las leyendas y tradiciones de quitus, incas y españoles, sus callejuelas, quebradas, iglesias y la historia de los valores colectivos frente a la libertad de "Quito, Luz de América".

Nadie en el mundo se puede siquiera imaginar lo satisfecho que estoy de haber comprado y leído este libro. Es para estarlo.
En los momentos en los que estoy escribiendo esta entrada (29 de abril), que no tiene por qué ser el mismo en el que lo publico, estoy pasando las vacaciones en Quito, Ecuador. Sabido será por quien haya leído artículos míos anteriores que soy un gran aficionado a la literatura ecuatoriana (con excepciones, por supuesto), pero que en Madrid, ciudad en la que resido, me resulta poco menos que imposible adquirir obras nacidas en estas tierras. Pues bien, estoy aprovechando este viaje para renovar mi biblioteca así que mejor prepárense porque en los próximos meses este blog va a ser prácticamente monotemático.
Como además soy un enamorado confeso tanto de Quito como de las leyendas populares, estuve buscando de librería en librería una obra que me mostrase los rincones misteriosos de la ciudad con el fin de que me acompañase en mis paseos por la misma. Como sabrán mis conciudadanos madrileños, no es lo mismo pasear por el Madrid de los Austrias sabiendo que desde el balcón aquel que se asoma a esta callejuela se ha aparecido en más de una ocasión el fantasma de Torrebruno.
Entonces, me compro este “Leyendas y tradiciones quiteñas”, de Oswaldo Rivera Villavicencio. Abro el libro por la mitad y comienzo a leer la historia que se me presenta, titulada “El arte del libertador Bolívar”. Resulta que en una ocasión, después de completada la independencia de Latinoamérica, Simón Bolívar estuvo invitado a un baile entre la alta sociedad quiteña. Resulta que el Libertador demostró ante la concurrencia que era un gran bailarín…………………………………………………
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En una película del oeste ahora pasaría rodando una bola de espino……………….
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Pues efectivamente, esta es la leyenda (o la tradición, que no me queda muy claro cómo definirla). No hay nada más. Bolívar no le salvó la vida a nadie en la fiesta realizando una traqueotomía de urgencia con una cucharilla de café ni se le presentó el espectro de Prudencio Aguilar para hacerle compañía. Simplemente bailó.
Está bien, puede ser que el autor considerase importante meter en el libro un historia en la que se relacione a Bolívar con la ciudad de Quito, aunque fuese una chuminada.
Veamos otra historia.
“Monumento a los héroes”.
Anteriormente en medio de la Plaza Grande había una pileta. Desde el año 1888 el congreso solicitó que se construyera un monumento allí en memoria de los héroes de la independencia del Ecuador. Sin embargo no fue construido hasta que Eloy Alfaro fue investido presidente y empezó a recaudar fondos. El monumento fue inaugurado en 1906.
Y sobre este tema ya no hay nada más que decir.
En eso consiste este libro, en contar cosillas sin la menor importancia con el único fin de rellenar páginas. En realidad esta obra habría quedado más propia titulada como “Anécdotas triviales ocurridas en la ciudad de Quito y alrededores (a veces no tan alrededores, pues el autor mete al final unos relatos absurdos ambientados en Cotopaxi) que no le importan a casi nadie”.
En alguna ocasión el autor intenta ponerse más estupendo y entonces es cuando la caga en condiciones. Pondré como ejemplo un cuento dedicado a la heroína Juana Tipantasig. Resulta que en tiempos de la colonia Juana Tipantasig, una mujer indígena, lideró una pequeña revuelta contra las injusticias de los españoles. Ellos al final la capturan, le dan tormento y la ejecutan. De aquí se podría haber sacado una historia al menos apañada siempre y cuando el autor no dedique media página a la vida, obra y muerte de la protagonista y página y media a describir su tumba y cómo su cuerpo colorea la hierba, y el cielo es más azul gracias a ella, y todas esas chuminadas tan jipis…
Para acabar de comentar sobre las “””””leyendas””””” (si lo entrecomillara como se merece no me cabría más texto) que contiene este libro no puedo resistirme a hablar de aquella en la que se cuenta cómo llegó el fútbol a la capital, relato que se reduce al fina a un puñado de datos históricos y a una enumeración de los equipos que han jugado y juegan en Quito.
Llega ahora el terrible momento que he querido demorar al máximo en este comentario. Ya no lo puedo alargar más. Me toca hablar del estilo. Aunque soy consciente de que hay muchos matices entre ambos extremos, el estilo a la hora de escribir puede ser funcional, si el autor considera que lo más importante es que al lector le quede claro lo que se intenta contar, o florido, si al autor no le importa tanto el fondo de la historia y prefiere recrearse con las palabras. Pues bien, el estilo de este libro deja claro que lo que le importa al autor es que al lector le quede bien claro que tiene un vocabulario más amplio que él. Bueno, que él y que nadie. En otras palabras, es redicho, pero redicho hasta el cansancio. No es retorcido hasta el punto de que no se entiendan las historias (ojala lo fuera, así al menos podríamos creer que nos cuentan algo interesante) si no más bien hasta el punto de que, después de leídas un par de páginas, consideres que leer debe ser el acto más aburrido del mundo.

Puntuación: 23 sobre 100