sábado, 19 de diciembre de 2009

HUASIPUNGO - Jorge Icaza


 Título: Huasipungo 


Autor: Jorge Icaza Coronel (Quito, Pichincha, 1906; Quito, Pichincha, 1978)
 

Año de publicación: 1934
 

Edición: Cátedra, Letras Hispánicas, 6ª edición, 2005 


Páginas: 255, introducción + esta edición + bibliografía + Huasipungo + vocabulario




Como muchos escritores de su generación, Jorge Icaza vio en sí mismo y en sus obras una consecuencia final de las transformaciones que el liberalismo había introducido en el Ecuador en las primeras décadas del siglo. Con su obra, parece sumarse a quienes pretendían hacer de la literatura una manifestación de la lucha de clases, un arte proletario al servicio del proletariado internacional, cuyos mejores representantes en la sierra ecuatoriana eran los indios y otros sectores populares.
Huasipungo es una pieza fundamental en el desarrollo de la narrativa indigenista andina. El indio que aparece en ella no es un indio mítico, sino un indio acosado por una naturaleza hostil y por los tradicionales abusos de los latifundistas. Junto al indio aparece el cholo, víctima del blanco y verdugo del indio.

Si hay una novela ecuatoriana cuya fama ha trascendido más allá de la República del Ecuador (siempre dentro de unos círculos especializados), esa es “Huasipungo”, de Jorge Icaza. La prueba está en la edición que he leído, publicada por una editorial española, la prestigiosa Cátedra, dentro de la colección Letras Hispánicas. Para que una obra sea publicada dentro de esta colección deben darse una serie de requisitos muy exclusivos, y esos se dan en la novela de Icaza.

Alfonso Pereira es un hacendado holgazán que malvive en Quito de las rentas de sus tierras que tiene medio abandonada en Cuchitambo. Cuando las deudas le vencen se ve obligado a instalarse en ella y hacer una serie de acondicionamientos que la hagan más atractiva para unos compradores norteamericanos Estos trabajos son realizados por los indígenas que viven en sus tierras, a los que trata como ganado. A lo largo de toda la novela somos testigos de la ignominia que el indio ecuatoriano ha tenido que sufrir desde tiempos inmemoriales a manos de terratenientes, sacerdotes y tenientes políticos, además del desprecio que por ellos sienten indios y cholos (Icaza denuncia un sistema de castas encubierto en el Ecuador rural, donde el porcentaje de sangre blanca en un individuo marca su status social y donde los indios son los intocables).
Al que haya leído anteriores artículos de este blog (en concreto este) le sonarán estos argumentos. Desde luego “Huasipungo” no es la primera novela indigenista que se escribió en Ecuador, pero su impacto fue tal que transformó la narrativa del país durante décadas. Fue como decirles a los ecuatorianos: “Dejaos de fantasías de progreso y modernidad. Esta es una realidad, está sucediendo aquí y ahora y no podemos seguir mirando hacia otro lado”. Sus contemporáneos del oficio no pudieron más que hacer eco con sus palabras.
Hablemos ahora de lo que nos podemos encontrar en estas páginas. En el primer fragmento (esta novela está compuesta por episodios sin numerar) nos presenta al hacendado. Icaza tiene el buen tino de no plantear al villano como un macho arrogante y poderoso acostumbrado a que su palabra sea ley, galopando por el páramo fusta en mano para corregir a sus esclavos. En lugar de eso Alfonso Pereira se comporta como un hombre apocado y débil de carácter que se ve obligado a actuar contra su voluntad acosado por las deudas. Una vez en su hacienda Pereira da buenas muestras de su complejo de inferioridad comportándose ante la indiada como un auténtico hijo de la gran puta (aunque nunca da la cara, para eso tiene a sus esbirros). Por supuesto no es Pereira el único villano de la historia, que también lo son los cholos amayorados que trabajan de verdugos al servicio del patrón-grande-su-mercé, y el mayor cabronazo de todos, el cura del pueblo, un tipejo sórdido para el que cualquier desgracia es una oportunidad para hacer negocio (Icaza subraya con este personaje una lacra endémica del país desde los tiempos de la colonia, el desorbitado poder que tiene la iglesia católica). Por otro lado tenemos a las víctimas de este sistema feudal, los indios. Estos no aparecen retratados con clichés del buen salvaje ni son héroes al uso, pues el autor los pinta tal cual él los ce. Aunque no es esa la intención de la novela Icaza es honesto y no duda a la hora de relejar los defectos de Andrés Chiliquinga, el protagonista. Nos encontramos así ante un individuo que maltrata a su pareja cuando se siente frustrado, que tiene terribles accesos de mal humor, que roba y mata cuando se siente obligado a ello. Pero es el héroe, es el que sufre las mayores injusticias de todos, y nos podemos sentir identificados con su lucha.
Sobre la estructura de la obra diré que me ha parecido irregular. Es cierto que el lenguaje de los personajes ha sido muy cuidado, respetando al máximo las expresiones y formas de hablar de los indios (mucho mejor que lo que hizo Joaquín Gallegos Lara el “Los guandos”; si bien es cierto que es sencillos perderse en sus parlamentos y hay que recurrir a menudo tanto al glosario del final como a las notas de pie de página). El problema mayor es que la trama no avanza con fluidez, falta una unidad en los temas. Se le nota a Icaza su inexperiencia afrontando una novela cuando supedita la construcción de la misma a su afán de denuncia, empalmando cuadro tras cuadro sin dar prioridad a una historia concreta. Entiendo la intención del autor y que esta obra tenía una prioridad por encima de su valor estético, pero enfocándola fríamente como literatura puede perder bastantes puntos. Eso sí, acaba dónde y cómo tiene que acabar.
Ya por último quisiera señalar un par de cosas. La primera es una escena que me hizo especial gracia por estar calcada al final de la película “Bienvenido, mister Marshall”, de Luis García Berlanga (todo aquel que la haya visto la podrá identificar de inmediato). La otra es que, después de leer “Huasipungo” puedo entender aún mejor, si cabe, las razones de la rebeldía del protagonista de la novela anterior, Naún Briones.

Puntuación: 93/100
 
Posdata. Como me gustó el anuncio que hice en el último artículo, lo voy a convertir en costumbre. Dentro de dos semanas hablaré de "El éxodo de Yangana", de Ángel F. Rojas.

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domingo, 6 de diciembre de 2009

POLVO Y CENIZA - Eliécer Cárdenas

Título: Polvo y ceniza

Autor: Eliécer Cárdenas Espinosa (Cañar, Cañar, 1950)

Año de publicación: 1979

Edición: Eskeletra editorial, primera edición, 2001

Páginas: 350, 22 capítulos

Polvo y ceniza no es únicamente la ficción aventurera de un bandido, sino una novela de estructura cerrada, con ruptura lineal y temporal y buen manejo técnico del tema, en torno a la vida, pasión y muerte de un héroe popular mítico, el bandolero Naún Briones, quien se convirtió en tal al rebelarse contra una situación socioeconómica injusta e intolerable del agro austral ecuatoriano. El comportamiento de él, del protagonista: aterrador con los hacendados y caritativo con los pobres, cabida tuvo en la sensibilidad y el entendimiento de la población desposeída, por lo que luego de la muerte lo transformó en leyenda. y Eliécer Cárdenas, con su brioso y austero soplo narrativo, con su estilo de espontánea belleza y su percepción intimista, hizo de esa leyenda una novela realista y perduble.

Lo primero que voy a comentar sobre “Polvo y ceniza”, de Eliécer Cárdenas, es algo que nunca antes he comentado sobre ningún otro libro: la portada. Personalmente me parece uno de los mejores diseños de portada que he visto, y los he visto muy buenos.

Bueno, ya he hablado del continente, paso a hablar del contenido. Tal y como aparece en el texto de contraportada (he de confesar que en realidad no lo he sacado de la contraportada, donde sólo aparece la foto del autor, sino de la solapa) esta novela trata sobre la vida, la muerte y la leyenda (sobre todo la leyenda) de Naún Briones, un mítico bandido lojano que campó por las tierras fronterizas entre Ecuador y Perú durante la primera mitad del siglo XX. Su popularidad fue enorme por sus actos, propios del buen bandido (a nivel internacional su figura podría compararse a la de Robin Hood, pero los lectores españoles verán más similitudes con el bandolero de ficción Curro Jiménez). Naún Briones fue un bandido que cargó con muchas muerte a su espalda pero más que por ambición personal actúo por su manera de entender la justicia social, arrebatando los bienes a los terratenientes y hacendados para repartirlos con los desheredados (para remarcar más su nobleza Cárdenas hace coincidir a su protagonista con los Quiroz, los sanguinarios bandidos de la provincia de Cañar cuyo impulso era el odio y que no tenían más fin que la destrucción; o con el Águila Quiteña, ladrón de guante blanco cuyo arte le convierte en una personalidad en la capital).
Toda la novela está construida como un enorme caleidoscopio en cuyo centro se encuentra la figura del bandido. Así, aunque la mayoría de los capítulos narran, en tercera persona (donde a menudo se entremezclan las reflexiones en primera persona de los personajes) las escenas más importantes de la vida de Naún Briones (estos capítulos no están ordenados temporalmente, sino que se suceden según el autor los necesita), estos se encuentran salpicados por otros más cortos donde se nos muestra la leyenda vistas desde diferentes prismas (hay un capítulo genial, el titulado “Voces”, que está compuesto por pedazos de canciones y testimonios actuales de los habitantes de Loja, algunos de los cuales rechazan directamente lo narrado en el libro diciendo que Naún Briones no existió nunca o fue desde un simple cuatrero a un asesino despiadado). He de aplaudir al autor por la construcción de la novela pues, a pesar de su estructura de puzzle el lector nunca se siente frustrado ni se perderá entre los fragmentos. Cada capítulo (no sé si es válido llamarlos capítulos; ya que he comparado la obra con un puzzle será mejor que los llame piezas), cada pieza está escrita con un estilo claro, con un ritmo preciso y con un lenguaje extraordinario. Las reflexiones de los personajes, no sólo las del héroe, también las de Chivo Blanco, Pajarito, Víctor Pardo, los Quiroz o el Mayor Deifilio, son profundas, terribles y lúcidas. Cuando las lees sabes que un bandido analfabeto no se expresaría de esa forma pero todo encaja con el tono de la novela. Porque esta no es en ningún caso una obra realista ni pretende serlo. En muchos fragmentos se codea con el realismo mágico (Jesucristo es un anciano ciego que deambula por los caminos tocando el tambor), aunque yo la clasificaría mejor como el western que le hubiera gustado escribir a Borges (no es una afirmación gratuita; el estilo me recordó mucho al cuento que escribió el argentino dedicado a Billy el Niño) Pero es, sobre todo, un homenaje a un personaje, Naún Briones, cuya figura transciende gracias a Cárdenas, que convierte una leyenda local en una gloria nacional.
Otro acierto del autor (y van…) es que se libera de la tentación de hacer trampas y no convierte a Briones en un modelo impecable de justiciero dentro de un mundo corrupto. También nos cuenta esa etapa de su vida en la que se convirtió en un mercenario contratado por un cacique para sofocar las revueltas de sus peones. De acuerdo que posteriormente se redime, pero la traición a sus principios permanece. Eso lo hace más humano.
Hay muchos más aspectos dignos de encomio, como lo excepcionales que son todos los personajes /es increíble el trabajo que se debe haber tomado Eliécer Cárdenas al respecto, pues no hay uno sólo del que podamos decir “A este ya lo conozco de otro sitio”) o lo adecuadas que son siempre las ambientaciones y el buen hacer en sus descripciones, pero es que todo me gusta de esta novela, de la que soy rendido admirador. Si quisiera buscarle los tres pies al gato el único defecto que soy capaz de localizar sería la mala puntuación del texto, que parece que ha sido aliñado con un salero lleno de comas. Pero eso lo considero un error de edición y no hace incómoda la lectura.
“Polvo y ceniza” es lo más parecido a un best-seller que se ha publicado en Ecuador, pero su éxito es muy merecido.

Puntuación: 97/100

Posdata. Aprovecho para anunciar que el ritmo de publicación de los artículos va a pasar a ser desde ahora bisemanal. Es que si no, no doy abasto. Así pues, dentro de dos semanas colgaré, por fin, el post de “Huasipungo”.

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