sábado, 24 de abril de 2010

ECUADOR. RAÍCES Y ESPERANZAS - Joaquín Martínez Amador



Título: Ecuador. Raíces y esperanzas

Autor: Joaquín Martínez Amador (Guayaquil, Guayas, 1942)

Año de publicación: 1995

Edición: Autoedición

Páginas: 310; prólogo + 7 partes + epílogo + bibliografía

Un libro sobre el Ecuador, su historia, su geografía, sus cifras, sus grandes hombres, su cultura, sus retos y dilemas; una visión del Ecuador para los de aquí y para los de fuera.
Además de "Ecuador. Raíces y Esperanzas", Joaquín Martínez Amador ha escrito un libro de ensayos: "Cartas a un Amigo Lejano" y un libro de poesía: "Cosas de la Vida".

Hoy comenzaré este artículo justificándome. Justificándome por dos motivos, por la nota que le he puesto a este libro (una nota superior a auténticos clásicos como “Juyungo”) y por el mero hecho de que una obra como esta aparezca en este blog.
Acerca del primer punto repetiré lo que ya he dicho alguna vez. Las puntuaciones que otorgo no las baso tanto en la calidad total de la novela en sí sino, sobre todo, de las expectativas previas que yo tuviera depositadas en ella. Un libro que me defrauda tendrá menos puntuación que otro que me sorprende gratamente aún cuando la calidad del primero sea superior.
Ahora me referiré a la presencia de “Ecuador. Raíces y Esperanzas” en una página web dedicada a la literatura ecuatoriana (precisaré que, en realidad, está dedicada a la narrativa ecuatoriana, pues no me siento capacitado para comentar poesía; yo mismo soy narrador, no poeta). El caso es que me ha costado decidirme a escribir este artículo. Esto no se puede considerar narrativa. Se trata en realidad de un ensayo sin pretensiones literarias. De acuerdo que ya he hablado sobre obras que se catalogarían antes como libros de historia que como novelas o cuentos. Tal es el caso de “El camino del sol”, pero Jorge Carrera Andrade tiene en su haber una sólida trayectoria literaria, enfocada en el campo de la lírica. Por otro lado Joaquín Martínez Amador ha publicado también algún poemario, lo que puede clasificarlo como literato ecuatoriano. Ok, pero este ensayo no ha sido avalado por ninguna editorial de prestigio, sino que ha sido auto-editado por el mismo autor bajo el auspicio de empresas ajenas al ámbito literario. Claro, que tampoco sería el primer caso. “Estampas de mi ciudad, de Alfonso García Muñoz, fue publicada por una imprenta de la propiedad del mismo autor…
Siento perder tanto espacio transcribiendo mi debate interno para tomar esta decisión, pero es que, por motivos distintos, he descartado otra obra que, no obstante, comentaré próximamente en el blog hermano de este.
Retomo la crítica. Evaluando todos los pros y los contras me decidí a leerlo. Y no me arrepiento pues ha sido un descubrimiento fenomenal.
Como ya he repetido en multitud de ocasiones la razón principal por la que me animé a abrir este blog fue para dar a conocer al mundo la literatura del Ecuador, literatura que habitualmente (e inmerecidamente, como pretendo demostrar) ha quedado apartada de la historia de las letras españolas. Pero no es esa la única razón, hay otra más personal pero no menos importante. También me sirve para conocer la República del Ecuador. Recuerden que yo no soy ecuatoriano y sólo he visitado este país en un par de ocasiones, mirándolo siempre con ojos extranjeros. Pero estos dos viajes has sido suficientes para enamorarme del país y sentir un ansia enorme por conocer mejor su espíritu y sus circunstancias. Pues bien, este libro es el que más me ha acercado a este objetivo. Me ha hecho entender cosas que antes no comprendía.
Este libro está dividido en una serie de partes muy diferenciadas. Una dedicada a la geografía, otra a la historia, a la sociología, a la economía, a la política, etc. Sin embargo el autor no se ha conformado con presentar cifras. Hace reflexiones muy agudas y acertadas que cargan de sentido los datos que expone. Pondré un ejemplo que me llamó mucho la atención y me hizo dar cuenta que me encontraba frente a un libro distinto. Martínez Amador señala que el Ecuador es el único país en el que se cruza el paralelo del ecuador con la cordillera andina. Esto no es nuevo, ya lo había leído varias veces en otros sitios, pero el autor no se queda ahí, pues continúa observando que, precisamente por darse este caso, el Ecuador es el único país del mundo que tiene un clima templado a pesar de encontrarse bajo latitud 0º. Parecerá una tontería, pero nunca me había dado cuenta.
Otro detalle que no puedo hacer otra cosa que valorar es que se expone las duras condiciones de vida de una parte muy importante de los ecuatorianos (de forma muy explícita, sin concesiones) pero jamás se rinde al fatalismo. Señala todo lo que es necesario cambiar para que su sociedad sea más justa, propone soluciones y se muestra esperanzado por el futuro. Esto no lo había visto antes en un autor ecuatoriano (ni español tampoco; aunque suene a tópico sospecho que el fatalismo hispano es uno de los rasgos que dejaron nuestros antepasados en la herencia cultural de las antiguas colonias).
Por supuesto el libro no es perfecto. La mayor deficiencia que se le puede achacar (de la que no es culpable Joaquín Martínez Amador) es que está desfasado. Al haber sido publicado a mediados de los noventa apenas dedica un párrafo a la emigración a otros países, fenómeno que recién entonces estaba comenzando y que ha transformado radicalmente la anatomía del país.
Otra cosa que chirría se da en los últimos capítulos. En ellos Martínez Amador toma el papel de salvador de la patria e inserta en el texto una serie de instrucciones concretas para rescatar a su país del subdesarrollo. El problema es que, además de poeta, el autor es empresario y estas soluciones que propone se amparan en el capitalismo, sistema que, como hemos visto en estos últimos años, no es, ni de lejos, tan solvente como se podría esperar.
En resumen, si lo que quieren es hacerse una idea de qué es el Ecuador, este libro es el mejor referente que he localizado.

Puntuación: 91/100

Posdata. Próximamente "Don Goyo", de Demetrio Aguilera Malta

Descarga Directa ECUADOR. RAÍCES Y ESPERANZAS  Joaquín Martínez Amador doc

sábado, 10 de abril de 2010

CUANDO LOS GUAYACANES FLORECÍAN - Nelson Estupiñán Bass

Título: Cuando los guayacanes florecían

Autor: Nelson Estupiñán Bass (Súa, Esmeraldas, 1912; Pensilvania, USA, 2002)

Año de publicación: 1954

Edición: Libresa, colección Antares, segunda edición, febrero 2008

Páginas: 295; Estudio introductorio + Algunos juicios críticos + Cronología + Bibliografía recomendada + Temas para trabajo de los estudiantes + 15 capítulos

Esta novela recrea, con maestría, un episodio de la historia ecuatoriana: Eloy Alfaro, el líder de la revolución liberal, es asesinado por una turba ebria y fanática. En respuesta, uno de sus militares leales, el coronel Carlos Concha, promovió un levantamiento armado en la provincia de Esmeraldas. Peones pobres de las haciendas esmeraldeñas formaron el batallón revolucionario que enfrentó al bien armado ejército gobiernista; el coraje y el valor de los sublevados no fueron suficientes para evitar la derrota. Entonces, fortalecida por la victoria, la clase dominante esmeraldeña, los “gusanos”, incrementa los ya ancestrales atropellos contra la clase oprimida: peones, conciertos, negros, tagüeros, maestros: todo vuelve como al principio.
Cuando los guayacanes florecían es una de las mejores novelas ecuatorianas de todos los tiempos, no solo por abordar una gesta social importante del Ecuador de principios del siglo XX, sino porque incorpora la vida social y cultural del pueblo afro a la literatura, y porque deja un mensaje esperanzador: en medio del eterno retorno de la injusticia, los guayacanes, símbolo de la esperanza popular, florecen una y otra vez.

La novela de la que hablaré en el día de hoy es “Cuando los guayacanes florecían”, de Nelson Estupiñán Bass. La elección de este libro ahora no es azarosa pues considero que guarda relación con el que comenté hace hoy dos semanas, “Juyungo”. Guarda relación porque ambos denuncian los abusos que sufren los negros en la provincia ecuatoriana de Esmeraldas así como la inmensa corrupción de los poderosos (“Cuando los guayacanes florecían” profundiza aún más en este tema a lo largo de los capítulos finales). Aunque la obra de Adalberto Ortiz se publicó con anterioridad a la de Estupiñán Bass, los hechos que narra son posteriores.
“Cuando los guayacanes florecían” nos habla de la revuelta conchista de principios del siglo XX, un suceso que tiene una cuestionable trascendencia histórica pero que ha sido muy utilizado por los novelistas esmeraldeños, aún cuando fuera sólo como telón de fondo. Tras el asesinato y posterior arrastre por las calles de Quito del cadáver de Eloy Alfaro uno de sus afines, el coronel Carlos Concha Torres, levantó en armas la provincia de Esmeraldas. Batallones de negros pobres armados con machetes se enfrentaron durante un par de años a las tropas regulares enviadas por el gobierno para sofocar la revolución. Luchaban por la libertad de los esclavos (aunque el concertaje ya había sido abolido se seguía practicando en las grandes haciendas de todo el país) y por la mejora de la calidad de vida de los desheredados.
Los primeros capítulos de esta novela engañan hábilmente al lector. Idealizan a los sublevados conchistas, que reclutan a sus soldados con discursos y no a la fuerza, que liberan conciertos y afirman luchar por un futuro mejor para sus hijos. Las tropas gobiernistas, por su parte, son retratadas como una panda de bandidos sanguinarios que saquean las ciudades que toman y que roban, violan y torturan a civiles inocentes. Cuando ya creemos que el autor va a ponerse completamente del lado de los soldados de Concha, la revolución se va pervirtiendo. Los oficiales cometen las mismas tropelías que sus homónimos rivales y no dudan en convertir a los alzados en cuatreros para asegurarse una fortuna cuando todo acabe.
Desde el principio de la novela Nelson Estupiñán juega al despiste. Comienza reproduciendo la proclama del coronel Concha, justificando su levantamiento, para, acto seguido, insertar un texto del historiador Óscar Efrén Reyes donde culpa en parte a dicha revuelta del atraso de la provincia.
Un personaje que representa claramente la ambivalencia a la que juega el autor es el de don Rodrigo Medrano de Pereira y Quezada, un criollo que llega a Esmeraldas en mitad de la guerra para hacer fortuna. Aparece ya hacia la mitad del libro y el autor hace un retrato amable de él:
Era muy amante de la libertad y partidario de la pureza del sufragio, sin intervención del Gobierno. Saludaba y sonreía con el mismo afecto a grandes y pequeños, a blancos y negros.
¿A que cae bien? ¿Verdad que no parece una descripción irónica? Pues después de generar estas expectativas el personaje termina siendo el mayor hijo de puta de todos los que se apelotonan en este libro. Y son unos cuantos.
Una vez que fracasa la revolución es cuando la novela se muestra más encarnizadamente cruda. El mundo que queda después es, incluso, peor que el que había antes. Los conciertos libertados tiene que volver a sus dueños y los pobres son estafados y encerrados en presidio por las mismas autoridades. Son tantas y tan dolientes las arbitrariedades que quedan registradas en estos capítulos que consiguen despertar la indignación del lector. Quiero creer que son exageraciones y no experiencias observadas por el lector en su niñez, pero me temo lo peor.
“Cuando los guayacanes florecían” funciona muy bien como novela de denuncia, mas como obra literaria también resulta ejemplar. La construcción es muy correcta, intercalando capítulos que, a modo de mosaico, van relatando los hechos desde diferentes perspectivas. Las descripciones, a su vez, son muy sutiles. A pesar de la tentación que siempre supone la selva para un prosista, el autor da preferencia a la acción y a los diálogos (estos últimos especialmente cuidados).
Si tuviera que señalar algún aspecto mejorable de la obra sería que, siendo una novela coral, hay pocos personajes que destaquen. Aunque cada uno tenga un pasado propio (que a menudo es relatado), la mayor parte de ellos son indistinguibles unos de otros. También entiendo que esto es consecuente, pues el autor lo que pretende es mostrar la opresión de todo un segmento de la sociedad.
En definitiva, una gran novela y un necesario retrato de la corrupción en el país.

Puntuación: 93/100

Posdata. De aquí a dos sábados haré un pequeño cambio de registro. Hablaré de "Ecuador. Raíces y esperanzas", de Joaquín Martínez Amador.