Título: De que nada se sabe
Año de publicación: 2002
Edición: Alfaguara, serie Roja, 2ª reimpresión
Páginas: 179, prólogo + preámbulo + 4 días + estudio de la obra
Múltiples personajes cargados con el peso de su propia cotidianidad confluyen sobre la mesa de una morgue, sitio en el que Arturo Fernández intenta reconstruir, ente partes policiales y meticulosos análisis de órganos, la ficción de vidas que jamás podrá tocar.
Una novela en la que resulta imposible eludir el agobio de la incertidumbre. Una obra en la que el lector transita por puentes trazados entre historias de aparente inconexión.
Alfredo Noriega, voz relevante de la literatura ecuatoriana contemporánea, nos ofrece una novela en la que recrea, con sútil maestría, las eternas contradicciones de la vida y la muerte, de la carne y el alma.
"De que nada se sabe", de Alfredo Noriega, nos coloca en el interior de la ciudad de Quito en el día de hoy. A través de los ojos de un forense vamos conociendo una historia de crímenes pasionales cruzados entre sí. Y la conoceremos gracias a quienes mejor nos la pueden contar: los muertos. En esta ciudad que cada mañana amanece bañada en sangre hay también un resquicio para el amor y para la compasión. Una mujer madura que se enamora de forma absurda de su casi desconocido bibliotecario. Un taxista que se desvive para ayudar y consolar a una pasajera a la que le han atropellado el hijo. Una pareja que consuma un amor a contracorriente y que paga por ello. Y un forense que se preocupa por las historias reales de sus muertos, más allá de lo que figura en la ficha policial.
Esta novela está construida de forma deliberada como un puzzle. Noriega mantiene una cierta continuidad temporal, pero da pequeños saltos sobre ella. A lo mejor no nos cuenta lo que le acontece a un personaje en el momento en que le corresponde sino un día después, cuando dicho personaje lo rememora. Esta me parece una manera inteligente de dar mayor complejidad a la trama sin hacer que el lector se pierda en rincones ciegos.Por otro lado los personajes resultan complejos e interesantes, una buena muestra de los que da de sí el Ecuador del siglo XXI. Tanto los vivos como los muertos tienen algo nuevo que decir. Me gusta especialmente Hortensia Armendáriz, a la que el autor da un trato de preferencia pues, cuando no es ella misma la que habla, su hijo recupera sentencias que ella dice o que podría haber dicho. También se encuentra entre mis favoritos el taxista Campos, estereotipo de hombre honrado y de víctima propicia de las circunstancias.
Así pues, de esta novela me gusta la construcción, me gustan los personajes y me gusta la ambientación (aunque aún no lo he comentado el retrato que hace esta novela de Quito es uno de los más reconocibles que he tenido la oportunidad de leer). Y, sin embargo, si miran la nota que le he cascado a "De que nada se sabe" verán que es la más baja de los últimos meses.
¿Por qué?
Me toca ahora justificarme.
Esta es una novela que cuenta con las herramientas necesarias para ser una obra memorable. Ya he hablado del estilo y de los personajes. Pero me resulta fallida en lo más obvio. Me atrevería a decir que en lo más sencillo. La historia. Y eso es algo que me descoloca. Son cientos de miles las novelas que he leído que parten de una buena premisa, de una idea brillante, pero luego, por falta de pericia del autor y por no saber cómo jugar sus cartas, quedan reducidas a un quiero-y-no-puedo, a un mero entretenimiento cuando no, directamente, a literatura-basura. Pues esta novela de la que hoy estoy hablando es uno de los escasos ejemplos que he podido encontrar de la situación opuesta. Realmente la historia que nos presenta no vale nada, ni siquiera como telón de fondo para hablarnos de los personajes. Da la impresión de que el autor ha tomado una guía turística de la capital de Ecuador, un par de ejemplares del diario Extra (para los lectores no ecuatorianos este es un periódico muy amarillista que dedica sus páginas a relatar, con todo lujo de detalles, los crímenes más truculentos que suceden en el país y que presenta unas portadas muy gráficas a juego con su temática).
Aprovecho ahora para matizar mis palabras del resumen. Más arriba dije: "En esta ciudad que cada mañana amanece bañada en sangre..." Quiero que quede claro que no es esa una impresión que yo haya recibido al conocer la ciudad. Esta es la imagen que proyecta Noriega en estas páginas. En el Quito de "De que nada se sabe" la vida humana se vende muy barata. Es esta una tierra sin ley donde el hombre más honrado está condenado a muerte. Y el hombre más corrupto también. Y también los de enmedio, por supuesto. Es una novela muy pesimista que juzga y condena sin remedio a la sociedad que intenta representar.
Otro punto negativo que puedo señalar es la fijación que tiene el autor por situar exactamente dónde ocurre en el espacio cada muerte, cada encuentro, incluso la ruta detallada de cada fuga. Ciertamente no toma como referencia la ciudad entera porque ya sería muy caótico. Las fronteras de la ciudad las coloca entre Villa Flora y el parque de La Carolina, pero continuamente van desfilando nombres de calles y barrios. Para los lectores que no sean quiteños les va a costar situarse. Yo tuve que tener siempre a mano un callejero actualizado de la ciudad para localizar cada evento. Es verdad que esto no es imprescindible, que podemos seguir la historia sin saber que el Batán Alto se encuentra a escasas cuadras del colegio Benalcázar, pero, siendo así, sería de agradecer que Alfredo Noriega hubiera sido más genérico en sus descripciones.
Que no se me entienda mal. Esta no es una obra lamentable y si alguien desea leerla no le voy a aconsejar lo contrario (cosa que sí haría con "Las pequeñas estaturas"; es que tengo fijación por ese libro), pero me da mucha rabia porque el autor muestra capacidades narrativas muy altas pero las desperdicia por una trama inane. Ojala en los sucesivo sepa escoger con mayor tino su punto de partida.
Puntuación: 66/100
Posdata. El día 13 de marzo publicaré el análisis de "Sancho Panza en América", de Alfonso Barrera Valverde.
literatura Ecuador De que nada se sabe Alfredo Noriega